March 2, 2022
El ‘tarro de la ignorancia’ y su importancia a la hora de crear valor
Las 'reglas duras' a la hora de construir cultura organizacional pueden ser una estrategia efectiva.
Las 'reglas duras' a la hora de construir cultura organizacional pueden ser una estrategia efectiva. ¿Por qué? Acá un ejemplo de una regla que llevó al equipo de Rappi a crecer y posicionar a la compañía.
El otro día estaba volviendo a leer ‘What you do is who you are‘ de Ben Horowitz, uno de los Venture Capitalists más reconocidos del mundo. El foco del libro es sobre cultura, qué es, cómo sucede, qué impacto tiene, y cómo se forma de manera deliberada.
Si hay algo que consume mi tiempo en Truora, es pensar cómo crear una cultura específica que nos ayude a alcanzar nuestra misión. De hecho cuando hicimos nuestro podcast -que si no han escuchado les recomiendo, es bueno bueno- una de las motivaciones principales fue acentuar nuestra cultura.
Entre los conceptos que trata el libro existe uno peculiar, “shocking rules” que traduce ‘reglas impactantes’ aunque suele tener una connotación negativa, más bien ‘reglas impactantes y espantosas’. La idea es que una forma efectiva de formar cultura es tener reglas que a primera vista son tan fuertes, que generan incomodidad en las personas, y que para quien no tiene contexto son absurdas, pero es esa dureza la que al mismo tiempo los ponen a pensar.
En Amazon tenían la regla de hacer los escritorios a partir de puertas para ahorrar costos. En facebook usaban el ‘move fast and break things‘ muévete rápido y rompe cosas, para fomentar la velocidad por encima de todo.
Pues si que estaba yo, en la sala de espera de un aeropuerto, leyéndolo el libro y entre más leía más me acordaba de esas ‘reglas duras’ que hemos hecho en nuestras compañías.
En Truora tenemos varias: “los ingenieros son lo más importante, más importantes que vos”, “salí a cagarla”, “la experiencia vale cero”, todas son reglas fuertes que generan impresión en las personas pero que tienen coredetrás muy pensado.
Pero la regla dura que más recuerdo, y por la que me estaba riendo a carcajadas, ahí sentado solo como una güeva, es “el tarro de la ignorancia”.
Es una de mis historias favoritas de mi hermano, bueno sobre mi hermano. En los círculos de startups es hasta conocida, aunque usualmente se comparte solo la versión de una línea seguida de “este man si es un …”
Abajo la historia, espero que la disfruten.
El tarro de la ignorancia
Viernes en la tarde, ya hace un par de años Andrés Bilbao, cofundador de Rappi estaba concluyendo la reunión semanal del equipo comercial. Llevaba manejando el equipo hace poco menos de un mes, y estaba ‘alineando expectativas’ de lo que se esperaba del grupo de 20 pelados y peladas, la mayoría con menos de 1 año de experiencia laboral que tenía enfrente.
“Aquí vamos a aprender, y nos vamos a educar porque si no estamos en constante aprendizaje no vamos a crecer como necesitamos para que Rappi sea gigante. No solo aprendemos en el día a día del trabajo sino de mentes brillantes que aceleran nuestro aprendizaje. Así que para el próximo viernes necesito que lean este libro” y les mostró una copia de ‘Influence‘, de Cialdini. [aparte: Influence es de lo mejor que existe en cuanto a entendimiento comercial y para aprender a persuadir, si no lo han leído, es más que recomendado]. Andrés lo recomendó como la Biblia del comercial y finalizó diciendo “léanlo con detalle, y después me darán las gracias”.
Así concluyó la ‘semana’ de Rappi, que fue seguida de trabajo pesado sábado, y domingo, y lunes, y martes, y miércoles, y jueves, y viernes. En esos momentos, al igual que ahora, Rappi crecía de manera frenética y el equipo estaba a tope y el nivel de estrés era alto.
Cuando inició la reunión de ese viernes, se revisaron los KPIs, propusieron mejoras al manejo de cuentas y se discutieron las lecciones aprendidas de la semana.
Cuando Andrés preguntó por los aprendizajes del libro, la sala de conferencias paró en alto. Nadie respondió, y todos empezaron a esconder la mirada. De hecho miraban a cualquier lugar con tal que su manager (reconocido por ser duro y hasta agresivo en su feedback) no les hiciera una pregunta directamente y quedaran en evidencia.
Era obvio que ninguno había leído el libro, y solo un par iban por el primer capítulo. Andrés decidió cambiar de estrategia y de manera calmada les dijo “muchachos, es claro que nadie leyó el libro… así no vamos a llegar a ningún lado”. Hubo una pausa larga y continuó “bueno, en fin, yo sé que la semana estuvo dura. Mas bien hagamos una cosa: hagamos check-in el lunes 8 a.m., y porfa todos traigan un billete de $50.000, que vamos a hacer un ejercicio”. El equipo respiró profundo y se fue para su casa.
La reunión de check-in se dio el lunes siguiente a las 8 a.m., cual acordado.
“Bueno muchachos, ¿qué tal estuvo el fin de semana?” sin dejar que respondieran continuó, “Que bueno me alegra. Como les prometí, hoy vamos a cambiar de estrategia y a hacer un ejercicio. Pongan todos su billete de 50.000 pesos en frente, si alguien no lo trajo que el de al lado les preste, pero necesitamos que todos tengan un billete”. Hubo un par de risas y expectativa por el ejercicio. ¿Que iban a hacer? ¿Una competencia? ¿Una apuesta? ¿Un ejercicio de que me venderías por $50.000?
Andrés recogió los 20 billetes uno por uno y se sentó en la cabecera de la sala de conferencias. Organizó los billetes perfectamente alineados como lo haría un dealer de casino con la baraja justo antes de iniciar una mano. En vez de repartirlos, sacó de su maleta un envase de vidrio grande. Este parecía uno de esos tarros de mermelada grandecitos con tapa metálica de roscas que las abuelas reciclan y usan para servir el jugo a los nietos en vez de darles los vasos buenos (esos son para las visitas y cuidado lo rompe mijo).
Se paró, puso el tarro en frente de la mesa, abrió la tapa y empezó a hablar.
“Bueno señores, ¿quienes aquí leyeron el libro que les pedí el viernes pasado? Mejor dicho, alce la mano quienes no lo leyeron”. Todos alzaron la mano.
“Ok bien” acto seguido tomó el fajo de billetes, y los rompió con sus manos, cada uno dos veces para que quedaran 4 pedazos de cada billete.
¿Hubo ‘gasps’ de inmediato, inhalaron una mezcla de sorpresa, frustración e indignación, todos pensaron “que pu**s!?!?!?!” aunque nadie lo dijo en voz alta. Solo se miraron unos a los otros con los ojos abiertos de par en par. Bilbao continuó, “como ustedes parece que no entienden lo doloroso que es no aprender, aquí se los muestro de manera más clara“. “No educarse está mal, destruye valor. La ignorancia destruye valor“.
Levantó el tarro transparente, puso los trozos de billete adentro, se paró y lo levantó con su mano derecha diciendo. “Este es el tarro de la ignorancia, y aquí está el valor que ustedes destruyeron esta semana porque no se les dio la gana de aprender, y de ahora en adelante, cada semana vamos a leer un libro, y ustedes pueden leerlo o traer $50.000 y los ponemos en el tarro, que como vamos va a estar absolutamente lleno de ignorancia, de su ignorancia. Aunque espero que no”.
Miró a cada uno de los comerciales, aun shockeados por lo que está pasando y finalizó. “Esta semana vamos a leer dos libros: El de Cialdini que estamos atrasados de la semana pasada. Esta semana vamos con Lean Startup de Eric Ries”. “Ah y lo discutimos el viernes. Eso es todo por hoy”.
***
Usualmente no hago análisis junto con las historias, pero como esta es de management puede quedar la lección equivocada. No estoy diciendo con esto que la forma de manejar esa reunión haya sido perfecta. En las propias palabras de Andrés “no vayas a publicar esa güevonada sin contexto, que yo no sabía que romper billetes es ilegal, además yo no había madurado tanto como manager en ese momento. Es más no publiques eso”.
También, cabe anotar que Andrés es de esos líderes que, quienes son de su equipo, lo defienden y adoran a un nivel que parece casi un culto. Al mismo tiempo tiene una reputación de ser ultra duro.
Yo que lo conozco más que la mayoría puedo dar fe que esta historia (con contexto) describe muy bien su approach en esa época. Puede haber sido pesado, y para muchos excesivo, pero hasta cuando hace cosas como el tarro de la ignorancia, viene de un buen lugar. En este caso, de lograr que el equipo crezca, aprenda y valore el desarrollo de conocimiento.
Por cierto, todos en el equipo leyeron los siguientes 10 libros semanalmente, y muchos continúan el hábito de aprendizaje varios años después.
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